Sea usted responsive. Sea usted el arquitecto de espacios web diáfanos, claros, minimalistas, de scroll medido al dedillo, de colores suaves y fotos aseadas, casi indistinguibles de cualquier repositorio gráfico al estilo de Freepik. Programadores y diseñadores web de todo el mundo tienen grabadas a fuego todas estas (y un par de decenas más) leyes inquebrantables del Diseño Web Moderno, por su efectividad, por el gustazo que al cliente y al usuario les provoca navegar por páginas cocinadas con esa práctica receta. Sin embargo, un grupo de rebeldes ha comenzado su propia revolución anárquica en contra de todas estas normas casi divinas: son los Brutalistas y (dicen) han llegado para devolver a la web el espíritu íntimo, personal e inocente previo a la era de las redes sociales y los expertos en big data persiguiéndonos en cada anuncio.

EL COLECCIONISTA

No es que todo comenzara con Pascal Deville, pero casi. Deville, director creativo en la agencia de publicidad suiza Freundliche Grüsse, es el fundador de brutalistwebsites.com, el compendio definitivo de todas esas páginas, recientes y no tanto, construidas a desde cero a base de código HTML y con una estética y navegación, digamos, anclada en aquellos maravillosos 90: códigos de color no aptos para epilépticos, espacios en blanco por doquier, gifs horteras, tipografía gigante, luego diminuta, luego cambiando de fuente…

Tras hacerse viral, la colección online de Deville se convirtió en un referente para todos aquellos diseñadores web que empezaban a estar un poco cansados del aspecto luminoso, amable, sofisticado y “superficial” que imperaba en el gremio.

REBELDES Y GIGANTES

Pero, ¿qué podemos encontrarnos en el universo brutalista? A pesar de que un buen número de los sites consisten en parodias de otros tantos o en caballos infinitos extendiéndose sin fin por nuestra pantalla, el brutalismo ha sido adoptado tanto por outsiders como por gigantes de la talla de Apple. A los primeros, entre los que se encuentran numerosos artistas de todo tipo y pelaje, les atrae la posibilidad de ganarse un hueco en la memoria del visitante destacando a base de un diseño desordenado, impredecible y nada atractivo, la peor pesadilla de un experto en UI/UX.

Por el contrario, empresas como Adult Swim o el diario Bloomberg Businessweek han adoptado esta tendencia en sus websites. Incluso la citada Apple lo empleó durante la Worldwide Developers Conference de este mismo año (al estilo Apple, por supuesto: suavizándolo todo, sin pasarse).

Según muchos de los precursores del movimiento brutalista, todo son ventajas: no hace falta gastarse el dinero en CMS, conocer CSS ni Javascript. Basta con un conocimiento básico del HTML y un editor de texto, defendiendo que la extrema simplicidad del back-end ofrece unos tiempos de carga insuperables. Algunos profetas, como los desarrolladores de Pinboard, incluso han llegado a establecer toda una filosofía brutalista digital: “Tu sitio web no debería pesar más que la más grande de las obras de la literatura rusa. Anna Karenina, por ejemplo, pesa 1,8 MB.”

¿Los inconvenientes? Bueno, sobra mencionar que, prácticamente, carecer de todo aquello a lo que, como usuarios, nos hemos acostumbrado a ver y utilizar cada vez que visitamos una página web. Por no hablar de una navegación infernal o la posibilidad de sufrir entrar en shock con tanto color estridente. O dicho de otro modo: el rechazo.

Y vosotros, ¿os atrevéis a experimentar con vuestro propio site brutal?

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