¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando disponemos de cientos de millones de fotos, noticias, vídeos y datos en general? ¿Estamos usando internet realmente como una biblioteca sin par en la historia o quizá aun nos falte saber reordenar todo este inabarcable microcosmos? Y sobre todo, ¿qué hacemos nosotros, individualmente, con toda esa información?

Estas son algunas de las preguntas que han llevado al antropólogo neoyorkino Jonathan Harris y al artista web Greg Hochmuth a crear networkeffect.io. ¿Qué podemos encontrar dentro? Todo. Decenas de miles de tweets, material audiovisual, estadísticas y noticias relacionadas con una serie de palabras clave a elegir por el visitante: Amor, Escribir, Viajar, Vivir. Los resultados inundan la pantalla sin descanso, incitando al usuario a clicar aquí y allá, descubriendo en cada vínculo un nuevo torrente de información en constante actualización.

Por supuesto, todo esto tiene su trampa. Cada visitante dispone tan solo de unos pocos minutos antes de que la página restrinja su acceso durante 24 horas, límite calculado en función de la esperanza de vida del país desde el que se accede a la web. En nuestro caso, contamos con poco más de 8 minutos para tratar de rastrearlo todo. Lógicamente, sin conseguirlo. Según explican en la propia web Harris y Hochmuth, la intención no es otra que ofrecer una reflexión sobre la ingente marea de propuestas que a diario se nos presentan y cómo la filtramos tan rápidamente que el disfrute, la reflexión o el impacto a duras penas superan el nivel más superficial.

No es la primera vez que se plantea una crítica de este tipo. Sin embargo, en esta ocasión Harris y Hochmuth van un paso más allá, preguntándose si datos tan sensibles como las fotos que compartimos en las redes sociales y nuestras opiniones y vivencias personales se evaporan sin más, sin tener tiempo a ser consideradas completamente. O dicho de otro modo: ¿es el contenido superficial en sí mismo o somos nosotros, en nuestra forma de aproximarnos a él, quienes lo convertimos en tal?

Aunque pueda parecer una cuestión filosófica cosa de académicos y escritores, los programadores y desarrolladores web tienen mucho que decir al respecto. Cuestiones como la privacidad de los datos, su gestión, su ordenación en las interfaces, el sistema responsive… Los artífices de lo que vemos en una pantalla (y cómo lo vemos) juegan un papel determinante a la hora de seleccionar en qué nos vamos a centrar y qué vamos a sacar en claro de nuestro paseo por su URL.

Networkeffect.io, un ejemplo brillante de cómo el desarrollo web puede hablar de nosotros con el mismo impacto que la mayor obra de arte.